Obispo Francisco Reus Froylán

Con cierta vergüenza nos acercamos al Reverendo Padre Reus Froylán en la Iglesia Episcopal de Vieques. LLegamos tras haber asistido a los servicios religiosos en Yauco del Padre Pedro Del Valle Tirado. El Padre Pedro había sido dejado cesante por el Tribunal Eclesiástico, y la acción del Obispo Reus había sido acogida con airada militancia. El Obispo ya nos había visto en la iglesia de Yauco y sabía de nuestra amisdad con el Padre Pedro. Sin embargo, nos recibió con un caluroso abrazo.

La próxima vez que volvimos a ver al Obispo Reus fue en Saint Just, un suburbio de San Juan. A nosotros se nos había dado permiso para acampar con nuestro Chevrolet van en la localidad temporera de la comunidad de Villa Sin Miedo. Tras el brutal desalojo de los terrenos originalmente invadidos, de la destrucción de sus viviendas y sus huertos, el Obispo les ofreció refugio en un terrano de cinco cuerdas, propiedad de la Iglesia Episcopal y donde estaban ubicadas las oficinas centrales de ésta. La residencia del Obispo se encontraba en un terreno colindante. Nosotros encontramos en el Obispo un ser muy afectuoso y comunicativo. Mientras platicábamos sentados en la cocina, su esposa Doreen nos sirvió algunos refrescos. La casa la encontramos con una marcada simpleza y sin pretensiones, enriquecida solamente por el arte, la música y la literatura.

Luego tuvimos una reunión más formal en sus oficinas, al lado de la Iglesia Episcopal de Saint Just. "Yo nunca quise ser sacerdote," nos reveló, guiñando un ojo. "Mi padre fue sacerdote y no vestía sino de negro. A mí simplemente no me agradaba la idea de ir de un lado a otro vestido de negro. Además, se me iba a requerir el usar sombrero." Pero finalmente descartó las posibilidades de otras carreras y comenzó a estudiar para el sacerdocio.

Tras completar su bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, se enlistó en Dubase Memorial School en Tennessee. Varios grados honorarios de Doctor le fueron concedido de parte de la Universidad del Sur en Sewanee, Tennessee, la Universidad Interamericana de Puerto Rico y por el Seminario General de la ciudad de Nueva York.

Su primera iglesia fue en Mayagüez, Puerto Rico. El siempre ha amado la vida rural y su trabajo con los pobres. Le encantaba la honestidad y laboriosidad del campesino y disfrutaba en gran manera el folklore jíbaro. Este le evocaba memorias de su niñez en Morovis. Como hijo de un sacerdote, creció en circunstancias confortables, por lo que él era el único de la escuela que usaba zapatos, y se los quitaba apenas salía de la casa. El recuerda las frágiles chozas de la localidad y cómo, cuando éstas fueron destruidas por un huracán, la gente buscaba refugio en las cavernas cercanas.

En la práctica de su oficio, ocupó varios puestos por todo Puerto Rico, de maestro, capellán y, finalmente, de sacerdote. El amplio campo de sus intereses e inquietudes le llevaron a aceptar la dirección de la Conferencia Juvenil Anual Puertorriqueña, a hacerse miembro del Consejo de Niños Escuchas de Puerto Rico y convertirse en miembro de la Junta de Directores del Hospital Episcopal San Lucas. Ha respaldado programas para niños mentalmente retardados, así como ha servido en muchos comités de la Iglesia.

El Obispo Reus Froylán fue el primer nativo puertorriqueño en servir como Obispo de la Iglesia Episcopal Puertorriqueña. Su nombramiento en el 1964 fue uno de los primeros pasos hacia la autonomía de la iglesia local. Para el 1979 las iglesias de Puerto Rico estaban funcionando por sí solas, habiéndose separado de la organización de los Estados Unidos. Las 37 iglesias son ahora más de un cincuenta por ciento autosuficientes y han desarrollado su propia constitución, liturgia e himnología.

La preocupación del Obispo Reus por los menesterosos no se ha menoscabado desde sus días de servicio en una pobre iglesia de campo. "La política económica del Presidente Reagan ha truncado las esperanzas de los pobres y las minorías en la nación norteamericana," declaró en una alocución dirigida a los sacerdotes y congregaciones de la Iglesia Episcopal Puertorriqueña. "El Gobierno debe hacer énfasis en los esfuerzos para garantizar que nadie en nuestro país pase hambre, esté escaso de ropa, viva en condiciones infrahumanas, esté privado o limitado de obtener una buena educación, esté sin cuidados médicos, o desempleado cuando puede trabajar. Estas necesidades básicas no son privilegios que le da el rico al pobre, sino derechos absolutos de toda persona. Cuando se invierten milliones de dólares en el sistema de armamentos, o se malgastan fondos en caprichos de senadores, respresentantes y alcaldes, muy bien se puede oír y atender el gemido de un pueblo que sufre." El ve la Iglesia como la consciencia de la comunidad, la nación y el mundo. Mas nos previene, sin embargo, contra el politizar el Evangelio.

En acción ha defendido a la trabajadora episcopal María Cueto, victima del acosamiento del Gran Jurado federal, y quien sufrió dos encarcelamientos por negarse a contestar a dicho Gran Jurado. El se ha dejado oír de las empreseas mineras en su oposición al impacto ambiental nocivo de las extracciones de cobre de fosas abiertas en el centro de Puerto Rico. Se opone a que se continúe la producción de armas nucleares y respalda la resolución Episcopal protestando la ocupación de la isla de Vieques por la marina estadounidense. Recientemente, habiendo por mucho tiempo estado de acuerdo con la admisión de mujeres al ministerio, ordenó la primera mujer sacerdota de Puerto Rico.

El proveer de albergue a la comunidad de Villa Sin Miedo fue un acto muy controversial y de mucho coraje de su parte, el cual le acarreó la ira del Gobernador Carlos Romero Barceló, quien había anhelado ver la comunidad destruida. Los predios episcopales albergaron no sólo a la comunidad de Villa Sin Miedo hasta que esta pudo adquirir su propio terreno, sino también al Hogar Crea, un centro residencial para los adictos a las drogas.

En la publición de PRISA, Apuntes Para una Pastoral Descolonizadora, él describe la historia de las iglesias en Puerto Rico. El papel original de las mismas fue el de mantener el "status quo". La Iglesia Católica, por ejemplo, llegó a la isla con los conquistadores españoles, en absoluto respaldo de sus acciones colonizantes. Por otro lado, la Iglesia Protestante llegó con las fuerzas de ocupación militar de los Estados Unidos no para servir las necesidades del pueblo puertorriqueño, sino aquellos del poder colonizador y de sus corporaciones multinacionales. Sólo recientemente ha logrado la iglesia llegar al conocimiento del papel tan importante que juega la liberación dentro del Evangelio Cristiano. El Obispo Reus ve como una obligación de la Iglesia, primero que nada, reconocer, como lo han hecho las Naciones Unidas, el hecho de que Puerto Rico coninúa siendo una colonia y como tal tiene derecho a la plena autodeterminación.

"El colonizador tiene que resolver la situación. Si no, el colonizado tiene todo rerecho a rebelarse y a luchar por su libertad .... La Iglesia que mantiene una relación colonial no puede hablar con integridad moral."

El considera también que otro de los papeles que debe representar la Iglesia es el de preservar la cultura puertorriqueña: la música litúrgica, la arquitectura, el arte y sus tradiciones folklóricas ante la arremetida de la cultura norteamericana. La Iglesia debe también procurar socavar la mentalidad de dependencia con la cual se ha programado al pueblo tras un siglo de subyugación colonial, y debe mostrarle al pueblo que este está capacitado para gobernarse a sí mismo y para proveerse de su propio sustento. Aunque ha notado que Puerto Rico está más adelantado que los Estados Unidos en igualdad racial, afirma que aún existen formas sutiles de discriminación, las cuales la Iglesia debe procurar extinguir. Así como la Iglesia Episcopal ha estado gradualmente absteniéndose de la dependencia financiera de la organización central en los Estados Unidos, de igual manera debe el pueblo de Puerto Rico irse separando de la dependencia paternalística creada por sus colonizadores.

El Obispo Reus lamenta el acosamiento y la persecución que confrontan aquellos que luchan por la independencia. La Iglesia debe ayudar a proteger los derechos humanos que se violan en estos casos. Deplora la posibilidad de que los puertorriqueños pudieran ser usados para una intervención militar en América Central. Sólo en la eliminación de la injusticia y la opresión puede la Iglesia ser el verdadero cuerpo de Cristo, mantiene él.

"No estoy defendiendo la violencia o la revolución armada," nos respondió cuando le preguntamos si verdaderamente se consideraba un independentista. "Sólo me gusta dejarme oír libremente y decir lo que verdaderamente siento. Creo que se deben adoptar medidas de continuar las protestas que ya se han iniciado. Si don Luis Muñoz Marín logró alcanzar tantos tremendos cambios sin derramamiento de sangre, igualmente puede el pueblo de Puerto Rico lograr lo mismo ahora sin violencia alguna."

Cuando la comunidad de Villa Sin Miedo se fue de los terrenos de la Iglesia Episcopal hacia los terrenos que ellos lograron adquirir, el Obispo Reus consideró que mi esposo y yo ya no estábamos seguros acampando en el patio desierto. Por ello nos invitó a que nos ubicáramos en al patio trasero de su residencia, lo cual hicimos y disfrutamos de una más cercana amistad.

Su esposa Doreen se mostró más que hospitalaria con nosotros, permitiéndonos hasta el uso de su cuarto de baño y de su nevera. Su reciente deceso fue una pérdida trágica no sólo para el Obispo, sino también para la Iglesia de Saint Just y la Escuela Parroquial Episcopal, en la que desempeñaba un papel muy importante.

Bajo la dignidad de su sotana ceremonial y la mitra se halla un hombre muy humilde, siempre dispuesto a hacer reir a cualquiera con un buen chiste. Cuando unos invitados en una ocasión preguntaron sobre nuestra van estacionada en su patio, les respondió que allí era donde él mantenía a sus suegros, ya que no los iba a tener en su casa. Tras dejarlos a todos por un momento con el terror marcado en sus rostros, preguntando asombrados, "¿Comen ellos ahí, duermen ahí?", entonces les confesó que nosotros estábamos acampando allí y a todos les volvió el espíritu y rieron copiosamente. Mientras nosotros disfrutábamos de nuestra hermosa ubicación entre mangos, matas de guineos y cocoteros.