Padre André Trevathan

Dos hombres en atuendos clericales se encontraban en la playa de Vieques observando con creciente preocupación cómo marinos de los Estados Unidos actuaban violentamente contra dos ciudadanos quienes protestaban la presencia de la marina en dicha isla. Aquellos hombres eran el Obispo episcopal André Trevathan y el Obispo católico Antulio Parrilla Bonilla, quienes habían llegado en avión a la isla de Vieques para celebrar un servicio ecuménico en el pueblo pesquero de La Esperanza. En cambio, ambos se encontraron involucrados en un acto de desobediencia civil. Gustosamente aceptaron la invitación de unirse a una flotilla de botes de pesca que arribaron a Playa Azul, territorio de la Marina americana. Unos doscientos demostradores se encontraban levantando casetas de campaña y preparándose para la ocupación de la playa. Apenas hubo tiempo para un breve servicio religioso conducido por el Padre Trevathan y el Obispo Parrilla antes de que dos camiones de soldados armados de los llamados Abejas Marinas (Seabees) cayeran sobre ellos.

Dos de los demonstradores, Angel Rodríguez Cristóbal, quien luego fue asesinado en la celda de su prisión en el estado de Florida, e Ismael Guadalupe, maestro de escuela superior, fueron tomados y llavados a uno de los buques de la marina. Preocupados por la securidad de estos, así como por la de los otros participantes, tanto el Padre Trevathan como el Obispo Parrilla decidieron acompañarlos. Pronto ambos se encontraban bajo arresto en la base de Roosevelt Roads, en Ceiba, recorriendo todo el proceso del ficheo, impresiones digitales y fotografías. Luego fueron llevados a San Juan, donde se les encerró en celdas del edificio de la Tribunal Federal. A eso de las 4:30 de la mañana se les dejó en libertad bajo su propia responsabilidad y sujetos a un año de probatoria. Otros no pudieron salir tan fácilmente. Unos veintiún participantes fueron arrestados al azar y enviados a prisiones de los Estados Unidos.

Esta fue la primera experiencia de esta índole para el Padre André, un hombre alto y de cabello canoso, en sus veinte años en la isla de Puerto Rico. Nacido en Little Rock, Arkansas, el Padre André se mudó luego para el estado de Kentucky. Siguiendo la fe tradicional de sus progenitores, asistió a la Universidad del Sur, una universidad Episcopal en Sewanee, Tennessee. Estudios posteriores en un seminario de New York le preparon para el sacerdocio. Un viaje de vacaciones a Puerto Rico le indujo a quedarse, sirviendo en varias iglesias a través de la isla y desarrollando su fluidez en español.

Cuando nosotros acampábamos en la comunidad de Villa Sin Miedo, entonces levantada en los terrenos de la Iglesia Episcopal, tuvimos la oportunidad de compartir con él en numerosas ocasiones en las oficinas de la Diócesis de Saint Just. Para entonces él estaba sirviendo de Vicario de asuntos pastorales y conducía servicios religiosos en Guaynabo. Nosotros le preguntamos si la separación de la Iglesia Episcopal de Puerto Rico de la sede central de los Estados Unidos no consistía en un paso hacia la independencia. "No hable de independencia," nos advirtió con una sonrisa. "Llámelo mejor autonomía." Pese a que él mismo favorece la independencia, algunos miembros del clero episcopal favorecen al Estado Libre Asociado o la estadidad.

El movimiento hacia la separación comenzó a iniciativas de la Iglesia de Puerto Rico. Habiendo ya alcanzado en el 1964 el éxito de ser designado Obispo de Puerto Rico, el Obispo Reus Froylán, la ulterior nacionalización del país estaba en orden. El Obispo Reus, aunque a principios no concordaba con el concepto de la separación, se dio cuenta, tras atender a una conferencia de la Casa de Obispos, de que a estos les preocupaban solamente los problemas de los Estados Unidos. Fue entonces que vio la necesidad para Puerto Rico de desarrollar su propia mayordomía, exhortando a los miembros laicos a tomar la directiva al lidiar con los problemas locales. Para el 1979 la separación legal se había realizado, pero continúa con un 50% de dependencia financiera de los Estados Unidos. Para el 1990 se espera lograr la meta de total sostén propio.

Al preguntársele respecto a las posibilidades de que Puerto Rico pueda lograr su independencia, el Padre André no se muestra optimista de que ello pueda lograrse dentro de los próximos diez años. La violencia armada, siente él, no es concebible para Puerto Rico. Aunque es posible que no exista otra opción sino la revolución para las naciones de América Central, donde la crueldad general es rampante y con absoluto desprecio de la vida humana, Puerto Rico no ha de recibir el mismo respaldo en una revolución que recibirían estas naciones de la comunidad mundial.

En cuanto a acción guerrillera en Puerto Rico, ya sabemos que esto no se lograró en la revolución del 1950, señala el Padre. Los Estados Unidos, muy al tanto de la situación, tomaron acción inmediata y decisiva para reprimir el intento de liberación.

El problema yace en lo que él llama "mentalidad de atadura servil". Tras quinientos años de colonización, los puertorriqueños tienden a recurrir a la "Gran Casa", o el jefe, para formarse una opinión, careciendo de autoconfianza en su propio poder para tomar decisiones. Una mentalidad de dependencia aferrada al miedo infundido de que siendo una pequeña islita, Puerto Rico no ha de ser capaz de sostenerse a sí mismo sin ayuda extranjera. Por otro lado, la persecución y hostigamiento constante hacia los independentistas hacen que cunda el temor de adoptar una posición en la línea de la independencia. Aunque secretamente deseosos de lograr la independencia, mucha gente dudan de su viabilidad y temen dar muestras de sus deseos. También los grupos pro-independencia son diversos con muy poca interacción entre ellos, como sería necesario para que lograran ejercer una gran influencia en el pueblo.

Desviándose de su lengua natal, el Padre André saludó el arribo de su hijo en fluente español y luego partió hacia Villa Sin Miedo. El jugó un papel de apoyo y protectivo en dicha comunidad, siempre dispuesto a venir a su rescate en caso de más hostigamientos o problemas por parte de las autoridades.

El Padre André Trevathan luego regresó a los Estados Unidos. El ha de ser penosamente extrañado en Puerto Rico, donde había establecido un hermoso sentimiento de confraternidad con el pueblo de Puerto Rico y una profunda preocupación por sus derechos fundamentales.