Antonio Morales Ramírez

El chico estudiante de escuela superior permaneció con sus brazos cruzados mientras sus compañeros saludaban y juraban fidelidad a la bandera americana. "¿Por qué debo yo jurar fidelidad a otra bandera que la de Puerto Rico, mi tierra natal?" preguntó Antonio Morales Ramírez.

"Pronto tú tendrás que confrontar las realidades de la vida," le advirtió la principal. Pero él nunca cedió en su lealtad a la bandera puertorriqueña. El estaba orgulloso de su herencia. Sus antepasados maternos, la familia Ramírez, habían participado en el Grito de Lares, la rebelión contra el dominio español del 1868.

De esos tempranos comienzos, Morales mantenía firmemente su nacionalismo. El fue uno de los fundadores del Partido Nacionalista en el 1923, el cual luego, en el 1930, vino a estar bajo la inspirada dirección de don Pedro Albizu Campos.

Antonio había dejado la escuela para buscar trabajo en una factoría de máquinas de coser. Por ser muy joven para ese trabajo, tuvo que transar por un trabajo de restaurante en La Cafetería en el Viejo San Juan. Allí él acumuló recibos por la elegante suma de hasta treinta dólares mensuales.

La experiencia del restaurante le llevó eventualmente a la Mayorquina, el más antiguo restaurante de San Juan, establecido bajo el régimen español en el 1848. Ahí, entre mesas cubiertas de blancos manteles, meseros en uniformes blancos y murales de escenas españolas, Morales, quien fue su administrador desde el 1959, con su quieta dignidad y cortesía, se desenvolvía de un modo evocador de una época de galantería ya hace muchos años pasada. Una generosa cortesía esperaba a sus amigos cuando se sentaba con ellos. Nosotros fuimos varias veces invitados a deliciosas cenas preparadas a estilos puertorriqueños y españoles combinados y acompañados con una copa de vino.

Ahora nosotros estamos de duelo por la reciente partida de nuestro generoso amigo. El había permanecido por sesenta y dos años como miembro fiel del Partido Nacionalista. Su visión era la de un Puerto Rico libre de la dominación de los Estados Unidos, libre de antagonismos políticos, una familia bajo la bandera puertorriqueña. Entonces el ya no sería más ciudadano americano, sino ciudadano puertorriqueño. Lástima que no viviera para ver realizado su sueño.