Carlos Vélez Rieckehoff

La sonrisa y apariencia dignificante de Carlos Vélez Rieckehoff fue la visión de bienvenida cuando arribamos al aeropuerto de San Juan en 1979 para una segunda visita a Puerto Rico. Como presidente en funciones del Partido Nacionalista mientres Jacinto Rivera visitaba España, había asistido a la Conferencia Internacional de Solidaridad con la Independencia de Puerto Rico celebrada en la Ciudad de México. Le habíamos informado ya de nuestras intenciones de permanecer dos semanas en Puerto Rico, y se había ofrecido a recibirnos en el aeropuerto. De tez blanca, quijada firme y ojos castaños, aparenta ser de raza alemana como su segundo apellido lo indica. Luego de una cálidad bienvenida, nos condujo a la casa de su hija y también a la tumba de nuestro amado don Pedro.

Posteriormente fuimos con Carlos y su esposa Luisa Guadalupe de Vélez a visitar su espaciosa casa en Vieques. Luisa había nacido en Vieques, la "isla Nena" de Puerto Rico. Una de catorce hermanos, creció en una finca pivada de su padre. Batatas, yuca, maíz, cabros, una vaca y gallinas proveían para la mayor parte de las necesidades de la familia. Si aún se quedaban los niños con deseos de comer más, el padre los llevaba a comer coco. La tierra fértil era rica en producir piñas, caña de azúcar, ganadería y había abundancia de pescado. El padre de Luisa era carpintero y su madre costurera.

Poco tiempo después del matrimonio de Luisa y Carlos, en 1941, la Marina de Guerra de los EEUU tomó posesión de tres cuartas partes de las veinte millas de largo de la Isla. Las familias fueron malamente pagadas por sus hogares y se les exigía desalojar el lugar en veinticuatro horas. Carlos fue obligado a dejar su empleo en una finca de 400 cuerdas donde se sembraba caña de azúcar y se criaba ganado vacuno. Embarcó para Nueva York en busca de empleo. Allí trabajó dondequiera que podía emplearse. Luisa encontró trabajo en una fábrica de ropa de mujer. Aquellos que permanecieron en Vieques sufrieron hasta verse obligados a vivir de la caridad pública. En la actualidad, sesenta por ciento de las familias dependen de cupones de alimentos.

Con anterioridad a su matrimonio, Carlos estaba relacionado con el Partido Nacionalista. Una hoja suelta entregada por un mozalbete despertó su interés en la lucha por la independencia. Durante la década de 1930 él ejerció el cargo de presidente de la Junta del Partido Nacionalista en Nueva York.

De regreso a Puerto Rico, tuvo la oportunidad de conocer a Albizu Campos y pasear junto a él por los alrededores del pueblo de Aguas Buenas. Para aquella época, don Pedro vivía con cu esposa y tres hijos en una casa sencilla de madera y zinc, amueblada de la manera más modesta. Carlos relata que en una ocasión mientras conversaban en el balcón de la casa, un mendigo pedía limosna. Don Pedro buscó dinero en todos los bolsillos. "Carlos, mira lo que tú tienes," él solicitó de mí. Carlos encontró la única moneda de diez centavos que tenía, y se la entregó al mendigo para complacer a don Pedro que no podía ver a una persona necesitada sin él ayudarla.

Carlos nos cuenta también de su participación en una asonada en un intento patriótico para apoderarse de una bandera puertorriqueña usada en un mitin por una organización para fines colonialistas. Al intervenir la policía milagrosamente escapó con vida.

De don Pedro él habia aprendido el orgullo de nacionalidad y la determinación de sacrificar su vida y hacienda, si necesario, por la Causa de la independencia. El tuvo la oportunidad de mantener sus principios durante la revolución de 1950. Afirmando su afiliación al Partido Nacionalista, Carlos fue arrestado junto a don Pedro y otros nacionalistas, y cumplió tres años de presidio.

En el 1978 él compareció ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas demandando poner fin al colonialismo en Puerto Rico y manteniendo el derecho de Puerto Rico a la autodeterminación e independencia.

En la Isla de Vieques él ha respaldado las protestas y marchas conducentes a la salida de la Marina de Guerra de EEUU y la devolución de las tierras al gobierno de Puerto Rico.

El se solidariza no únicamente con la devolución de las tierras de Vieques al pueblo, y sí también sosteniendo que la adquisición de Puerto Rico como botín de guerra en el Tratado de París es nulo, ya que Puerto Rico había obtenido una amplia autonomía del gobierno español. El compara la invasión de Puerto Rico a la intención de Rusia para apoderarse de Finlandia en el siglo diecinueve. Una conferencia internacional que examinaba el asunto había determinado que "los derechos de un país a su libertad nacional están libres de conquista por guerra y tratados diplomáticos."

"En adición al daño material que la Marina ha causado a la geografía de Vieques," Vélez declaró, "deprime contemplar cómo una Isla dotada de belleza singular por el Creador sea usada como escuela para enseñar a los hombres a matar a sus semejantes. Esta actitud es contraria a las leyes de la Naturaleza y Humanismo Cristiano."

Gentilmente afirma que nunca quisiera quitarle la vida a un ser humano y reconoce la posibilidad de que la liberación nacional pudiera venir con el uso de las armas.

[Traducción por Carlos Vélez Rieckehoff]